Tendida en la cama escuchando el tic tac del reloj pasa la noche, fría y despiadada, haciendo más notable mi soledad. La noche es complice de mis lágrimas, que silenciosas recorren mi cara, forman surcos insondables, que arrañan y queman mi piel. Y entonces, cuando ya no puedo más, cuando la pena comienza a consumirme desde dentro, la luna me ilumina mimosa, reórdandome que en algún lugar me esperan tiempos mejores. Me duermo tranquila, al calor de mis lágrimas, y me despierta el sol con la esparanza de que este sea el día, el principio de todo, pero de qué? No lo sé, pero sé que será bueno.
Tendida en la cama escuchando el tic tac del reloj pasa la noche, fría y despiadada, haciendo más notable mi soledad. La noche es complice de mis lágrimas, que silenciosas recorren mi cara, forman surcos insondables, que arrañan y queman mi piel. Y entonces, cuando ya no puedo más, cuando la pena comienza a consumirme desde dentro, la luna me ilumina mimosa, reórdandome que en algún lugar me esperan tiempos mejores. Me duermo tranquila, al calor de mis lágrimas, y me despierta el sol con la esparanza de que este sea el día, el principio de todo, pero de qué? No lo sé, pero sé que será bueno.
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El_perro_d_Diogenes -
Khalil Gibran